En ese estudio se concluye que los edificios deben “reducir los preconceptos que discriminan por género el confort térmico” porque además aumentar las temperaturas ayuda a combatir el calentamiento global.
“En muchos edificios, se ve que el consumo de energía es mucho mayor porque están calibrados a la temperatura del calor que producen los hombres” explicó el biofísico y coautor del estudio Boris Kingma, de la Universidad Centro Médico de Holanda, agrega textualmente el informe.
“Si se tiene una visión más adecuada de la demanda de temperatura de la gente que está dentro, entonces se podrán diseñar el edificio para que se pierda muchos menos energía, lo que implica una menor emisión de dióxido de carbono”, sigue el documento.
Los termómetros de los edificios de oficina se basan en el modelo de los años 60 y que está basado en hombres de 40 años y que pesan unos 70 kilos, los cuales poseen un metabolismo que es entre 20 y 35% mayor al de las mujeres.
Las mujeres suelen tener un metabolismos más lento porque son más pequeñas y tienen más grasa corporal.
Otro aspecto a tener en cuenta es que en el verano las mujeres usan pollera y sandalias mientras que los hombres siguen de camisa y pantalón, por lo que al estar más abrigados necesitan temperaturas más bajas para estar frescos.
Los hombres suelen trabajar a unos 22 grados como temperatura ideal y las mujeres a 25.