Minorías temen que violencia se "institucionalice" en un eventual gobierno de Bolsonaro

19 octubre de 2018


Negros, indígenas, el colectivo LGTBI. Todos, en mayor o menor medida, tienen medio a las agresiones que puedan llegar a sufrir en las calles y la pérdida de derechos alcanzados.

W. D., de 34 años, ya no camina de la mano con su esposo por las calles de Porto Alegre. Aunque siempre se sintieron a gusto manifestando su homosexualidad, decidieron dejar de hacerlo luego de que el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, ganara la primer vuelta de las elecciones presidenciales del 7 de octubre.

“Nos dimos cuenta de que nuestra actitud en público tendría que cambiar, no podríamos ya demostrarnos cariño en la calle porque sentimos una reacción muy agresiva contra nuestra existencia”, relata W. D., gerente de una empresa inmobiliaria.

El miedo lo sienten también los negros, indígenas y otras minorías que han sido atacadas por el candidato ultraconservador, al frente de las encuestas de cara a la segunda vuelta en la que se medirá con el candidato socialista y sucesor de Luis Inácio Lula Da Silva, Fernando Haddad. Bolsonaro ha hecho declaraciones racistas, misóginas y homófobas.

Giulianna Nonato tiene 26 años y aunque siempre ha tenido miedo de salir a la calle, incluso cuando no se presentaba "con un cuerpo femenino", con una vida que "siempre ha estado marcada por el bullying y la violencia”, ahora ese temor se ha intensificado.

Las agresiones y asesinatos políticos en Brasil han aumentado. Al menos una mujer transexual fue asesinada y otras 70 personas fueron agredidas por sus posturas políticas, de acuerdo a información proporcionada por las fundaciones Open Knowledge Brasil y Agencia Pública. Allí se señala que en seis casos las víctimas fueron partidarios de Bolsonaro mientras que, el resto, fueron atacados por personas simpatizantes del candidato ultraconservador.

Bolsonaro ha dicho que las agresiones son “excesos” y “casos aislados” y lamentó los hechos de violencia, mientras que denunció un “movimiento orquestado” que tenía que ver con falsas denuncias para perjudicar su campaña.

“Los candidatos no pueden ser responsabilizados de todo lo que hacen sus partidarios. Sin embargo, como mínimo, tienen la obligación de garantizar que sus discursos no inciten a la violencia. Y cuando las amenazas y actos de violencia ocurren, deben condenarlos de manera categórica”, sostiene Maria Laura Canineu, directora para Brasil de la ONG Human Rights Watch.

Pero, a pesar de las agresiones físicas en la campaña electoral, Nonato explica también que lo que le preocupa es la “violencia institucional” en un eventual Gobierno conservador, que podría, por ejemplo, modificar o anular derechos sociales. Entre ellos, el Protocolo Transexualizante, que garantiza atención sanitaria gratis para ciudadanos trans, que incluyen el tratamiento hormonal y quirúrgico.

Para la activista Melina Kurin de 33 años, bisexual, casada con una mujer trans, existe “pánico” en la comunidad LGTB, que según dice, los hace recordar la "Operación Tarántula" por la que las fuerzas policiales detenían, torturaban y mataban a travestis y transexuales durante la dictadura militar (1964-1989).

“La gente que te miraba con odio ahora te mira como si fueras la personificación del mal que Bolsonaro pretende combatir. Él se presenta como el salvador de la patria, y sus enemigos se convierten en enemigos del pueblo”, explica su esposa, la socióloga Leona Wolf, de 36 años, que, al igual que muchos, compara lo que sucede en Brasil con la campaña de Donald Trump en 2016, en la que creció el número de ataques racistas y xenófobas en EE UU.

“Sé que no vamos a tener aquí campos de concentración para homosexuales, como en Chechenia, pero sí temo que nos parezcamos un poco a la Rusia de Putin”, expresa Wolf.

Susane Souza, de 45 años, y Camilla Silva, de 22, son dos mujeres negras de la zona periférica, dicen que han experimentado crisis de ansiedad: “Tengo miedo de ser asesinada”, cuenta Silva. Souza, en tanto, teme por su hijo adolescente: “Me angustia pensar que puede sufrir una agresión simplemente por el color de su piel”, indica.

Se trata de un miedo que no sólo se identifica en las grandes ciudades sino que alcanza a las aldeas indígenas. Los líderes políticos y religiosos también manifiestan preocupación por la posibilidad de un retroceso en aquellas leyes ambientales que protegen sus territorios. “Nuestro principal temor es que liberalice la minería en nuestras reservas naturales”, señala Cristine Takuá, de 38 años, coordinadora de una comunidad guaraní.

La activista indígena Célia Xakriabá, de 29 años, dice que uno de los grandes peligros de que Bolsonaro alcance el poder, sería la liberalización del acceso a las armas de fuego.

“Eso promovería el genocidio de los pueblos nativos. Vamos a sufrir uno de los mayores impactos desde 1500, con la colonización. La propuesta de armamento en el campo ya es muy problemática, por ejemplo para la etnia Guarani-Kaiowá, en Mato Grosso do Sul, donde los terratenientes ya tirotean hasta a los bebés indígenas”, sostiene.

Cuenta que ella misma, que utiliza un tocado de plumas y pinturas corporales, ha sido amenzada: “Dos personas me dijeron a gritos que como siga saliendo vestida de esa manera, mandarán matarme”, relató.

Sin embargo, y a pesar de los miedos que experimentan, ambas líderes resaltan la necesidad de resistir en “tiempos oscuros” y explican que varias etnias están pensando en estrategias de protección y apoyo.

“Todavía tenemos esperanza. Resistimos desde hace 518 años, seguiremos haciéndolo”, dice Takuá.

Un país violento

"Brasil siempre ha sido violento", dice el psicoanalista Christian Dunker, catedrático de la Universidad de São Paulo. El gigante suramericano lidera el ranking de homicidios por arma de fuego y es el país donde más LGTB son asesinados en el mundo.

Dunker explica que lo que sucede en estos momentos es una “sensación de miedo agudizada en el subconsciente colectivo”. “En momentos de tanta tensión política, es común que nos acordemos de los malos ejemplos históricos, como la dictadura, pero hay que tener en cuenta que esto no es lo mismo”, explica.

“La gente en las favelas se enfrenta, desafortunadamente, a una violencia cotidiana y sigue ahí. Es hora de aprender de los más vulnerables estrategias de supervivencia emocional para no rendirse”, añade.

Fuente: En base a El País de Madrid


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